Primer viaje de mula. Ropa, zapatos, juguetes y medicamentos para el mercado negro cubano. A cambio, un viaje a lo desconocido. Sensación constante de bienestar en suelo cubano, eso si...después de pasar aduanas y quedar atrapada ahí media hora, mientras afuera mis cómplices esperaban libres y felices.
Primera parada. Típico destino turístico, la búrbuja paradisíaca de Varadero, donde los mismos cubanos son los que no tienen acceso. Hotel todo incluido, que incluía un chico desquiciado que servía cafés con leche entera e insistía en que todos los ticos le compran artesanía, malas noticias...nosotras andabamos limpias. Vasitos de cerveza de 200 ml, que llenamos incontables veces, mojitos sin yerba buena, la comida mas no comible que he experimentado en mi vida y porsupuesto show cubano con una negra que repetía todo en 4 idiomas y el exitoso grupo regueatón cubano. La primera noche, fiesta dura, bailada y Fermín.
De camino a la Habana, la vista de la ciudad de Matanzas y la charla interesante del guía turístico, un hombre mayor, orgullosísimo de su país, de los logros de la revolución, experto estadísta y conocedor de historia, geografía, industria y otros detalles importantes de Cuba. Entrada al malecón a las 6 de la tarde, lluvia y el tal Noel al acecho. Las olas revientan contra la muralla y mojan todo a 20 0 30 metros calle adentro. Me sumergo en otra dimensión y abro la boca como babosa, perpleja de lo que estoy viendo, no me lo imaginé así. No era nada que alguna vez hubiera imaginado.
Quiero caminar toda la ciudad, quiero oler la Habana vieja, oír como palpita el corazón de la gente ahí, donde todos están en las calles, todas revueltas, llenas de vida, estacionadas en el tiempo, sin avanzar, ni retroceder, solo siendo. Una chica me conversa en media calle, quiere sacar algo de nosotras, un hombre flaco se nos une, nos vamos a tomar un trago con ellos porque llueve mucho, nos cuentan su versión de la historia. El quiere mis pantalones para su esposa y ella la cartera de mi amiga.
Fotos del Capitolio, que es según cuentan más grande que el de Washington, jeje. Al frente un edificio verde despintado, con unas ventanas rojas de madera desgarrada. Ropa en el tenderete, ventas callejeras de una comida que solo verla me marea toda. Un daiquiri en la Floridita de Hemingway, por 6 CUCs...osea unos 3500 colones. Cuba es caro eh, para los turistas es casi como Europa. Caminata por el bulevar Obispo, visita al taller de un artista guapísimo, que no nos dirige la palabra los primeros 10 minutos, al rato nos ve las caras y conversa, explica de lo suyo mientras ella y yo nos quedamos con ojos de borregas. Compra exitosa de... La Puerta al Paraíso.
Más allá en una gran plaza de luz tenue, las fotos no salen bien, el flash no produce el efecto esperado en la noche Cubana, captando imágenes de unas señoras muy negras con un puro enorme en la boca. Una enorme Santera esta sentada en su altar personal y le hace señas a mi amiga, que para mi sorpresa se atreve a dejar que le lea las cartas y le eche todas sus bendiciones y baje todos los santos africanos y termine echando un agua bendita, para alejarle las malas vibras.
Nos introducimos por última vez al malecón, lo quisiera caminar todito, me parece tan romántico, imagino, sueño que estoy con alguien, pero inmediatamente somos acosadas de nuevo por algún otro cubano que quiere quien sabe que esta vez. Tomamos taxi de los baratos al hotel, es la última noche, respiro profundo para que algo se me meta, para que se me quede algo de todo aquel sueño y no se me olvide nunca.
Primera parada. Típico destino turístico, la búrbuja paradisíaca de Varadero, donde los mismos cubanos son los que no tienen acceso. Hotel todo incluido, que incluía un chico desquiciado que servía cafés con leche entera e insistía en que todos los ticos le compran artesanía, malas noticias...nosotras andabamos limpias. Vasitos de cerveza de 200 ml, que llenamos incontables veces, mojitos sin yerba buena, la comida mas no comible que he experimentado en mi vida y porsupuesto show cubano con una negra que repetía todo en 4 idiomas y el exitoso grupo regueatón cubano. La primera noche, fiesta dura, bailada y Fermín.
De camino a la Habana, la vista de la ciudad de Matanzas y la charla interesante del guía turístico, un hombre mayor, orgullosísimo de su país, de los logros de la revolución, experto estadísta y conocedor de historia, geografía, industria y otros detalles importantes de Cuba. Entrada al malecón a las 6 de la tarde, lluvia y el tal Noel al acecho. Las olas revientan contra la muralla y mojan todo a 20 0 30 metros calle adentro. Me sumergo en otra dimensión y abro la boca como babosa, perpleja de lo que estoy viendo, no me lo imaginé así. No era nada que alguna vez hubiera imaginado.
Quiero caminar toda la ciudad, quiero oler la Habana vieja, oír como palpita el corazón de la gente ahí, donde todos están en las calles, todas revueltas, llenas de vida, estacionadas en el tiempo, sin avanzar, ni retroceder, solo siendo. Una chica me conversa en media calle, quiere sacar algo de nosotras, un hombre flaco se nos une, nos vamos a tomar un trago con ellos porque llueve mucho, nos cuentan su versión de la historia. El quiere mis pantalones para su esposa y ella la cartera de mi amiga.
Fotos del Capitolio, que es según cuentan más grande que el de Washington, jeje. Al frente un edificio verde despintado, con unas ventanas rojas de madera desgarrada. Ropa en el tenderete, ventas callejeras de una comida que solo verla me marea toda. Un daiquiri en la Floridita de Hemingway, por 6 CUCs...osea unos 3500 colones. Cuba es caro eh, para los turistas es casi como Europa. Caminata por el bulevar Obispo, visita al taller de un artista guapísimo, que no nos dirige la palabra los primeros 10 minutos, al rato nos ve las caras y conversa, explica de lo suyo mientras ella y yo nos quedamos con ojos de borregas. Compra exitosa de... La Puerta al Paraíso.
Más allá en una gran plaza de luz tenue, las fotos no salen bien, el flash no produce el efecto esperado en la noche Cubana, captando imágenes de unas señoras muy negras con un puro enorme en la boca. Una enorme Santera esta sentada en su altar personal y le hace señas a mi amiga, que para mi sorpresa se atreve a dejar que le lea las cartas y le eche todas sus bendiciones y baje todos los santos africanos y termine echando un agua bendita, para alejarle las malas vibras.
Nos introducimos por última vez al malecón, lo quisiera caminar todito, me parece tan romántico, imagino, sueño que estoy con alguien, pero inmediatamente somos acosadas de nuevo por algún otro cubano que quiere quien sabe que esta vez. Tomamos taxi de los baratos al hotel, es la última noche, respiro profundo para que algo se me meta, para que se me quede algo de todo aquel sueño y no se me olvide nunca.